Cuando la razón es dictada por una voluntad infantil y perezosa nace el pensamiento cómodo. En una sociedad cómoda la democracia no puede existir, porque ésta exige activismo por parte de los ciudadanos, para que el sistema esté vivo y no se enquiste en sinrazones moralistas o dogmáticas que intenten ser impuestas a cada ciudadano sin que estos compartan dichas creencias.
La verdad no nos da nuestra libertad, pero si que nos obliga con ella misma, ya que no hay libertad en la ignorancia, no más que un ratón en un laberinto. Entonces, quién discute sobre si debemos investigar o no los crímenes y asesinatos ocurridos durante la guerra civil española y la posterior dictadura, acaso no estamos ya obligados a hacerlo por nuestra libertad. A no ser que nuestra democracia no está basada en la libertad y solo rinda cuentas a los números, en ese caso quién obliga a nuestra libertad no es la verdad sino la (des)información.
Si el estado es el garante de una sociedad justa, la justicia debería ser su base y no el miedo, pero claro el miedo y un enemigo cercano es lo que más amedrenta a una sociedad, la inmoviliza y esta otorga cualquier privilegio a sus defensores, el goteo de recortes en los derechos individuales es constate en Europa, y Francia está dando lecciones a diestra y a diestra, como último ejemplo el nuevo proyecto
Edvige, un sofisticado banco de datos que nutrirá al estado con excesiva información (desde orientación sexual hasta ideológica) de sus ciudadanos desde los 13 añitos, por si hay algún efebo agitador que necesita corrección y modales.
Desde las sombras de algún gobierno Europeo el fascismo ya apesta, pero en el caso italiano es algo realmente de ciencia ficción, parece una de esas películas de un futuro sumido en el caos, pero no, es el presente y es verdaderamente despreciable. La última payasada se le ocurrió a su ministro de defensa La Russa, que en un acto para honrar la resistencia partisana y la defensa de Roma de las tropas nazis, pidió que también se honraran a los
militares fascistas italianos. Italia parece un circo y este debe ser Torrebruno, como dije antes despreciable y mientras nosotros, pobres niños, dormiditos.